jueves, 21 de junio de 2012

Juan 19, 16-18



“…quien llevando a hombros su propia cruz…” 
(Jn 19,16-18)
Jesús asume todo mi proceso de vida, sin excluir nada de lo que yo viva.

Asumes, Señor, mi no sintonizar contigo profundamente.
Mi defenderme.
Mis caídas.
Mi dudar si podré llegar hasta el final…

Jesús asume de antemano todo mi proceso de vida.
Mis aciertos, mi entrega, y mi no entrega, mis “sí” y mis “no”.
Jesús nos dice que podemos llegar hasta el final porque él llegó.

Humillado:
Humillado hasta decir basta.
Despreciado.
No defendido.
Enjuiciado.
Jugaron sucio, pues se hizo por debajo.
Calumniado.

Tú, Señor, asumes todo nuestro proceso con todo lo que conlleva:
Con todo mi pecado.
Todos los rechazos hacia ti.
El no comulgar contigo.
Tú nos cargar por amor y con cariño.
No te pesa nuestra cruz.
A nosotros ¿cuántas veces nos pesa la vida del otro?
¿Cuánto nos pesan sus fallos?
¿Cuánto nos pesa su pecado?
¿Cuántas veces no somos capaces de soportar al otro?
Tú, Jesús, no nos cargas a regañadientes lo que has hecho por nosotros… lo hiciste porque nos amas, porque quieres que caminemos por aquellos caminos que dan vida, que salvan, que redimen.
Tú, Jesús, llevas a toda la humanidad, me llevas a mí, y a todos, incluso a los que todavía no nacen.
Tu camino Jesús, es camino hacia la resurrección.
Tú, Jesús, pasas por mentiroso.
Tú, Jesús, pasas por impostor
pecador
malhechor
Así quedaste ante todos.
Tú que nunca dijiste mentiras, pasaste por mentiroso.
Tú viviste lo que eras, y te llamaron impostor.
Tú no pecaste, y quedaste como pecador.
Así quedaste públicamente.
Esa fue la última imagen con la que se quedaron todos.
En ti descargaron toda la furia como si fueras un malhechor.
En el trayecto al calvario ¿cuántos insultos?
En camino al calvario ¿cuántos desprecios? ¿Cuánto odio hacia ti?
Y sigues asumiéndonos hasta el final, amándonos, cargando con nuestra propia cruz.
Jesús, para nada pensaste en ti en los últimos momentos de tu vida, ni en esas condiciones inhumanas indescriptibles, ni en esa necesidad vital que tú estabas viviendo.
Era justo, humano, ante tanto sufrimiento físico, que pensaras en ti, aunque sea un momento,  aunque sea en los peores momentos de sufrimiento.
Ni porque estabas agonizando pensaste en ti.
Yo, Jesús, estando sana o enferma, pienso en mí.
Tú pensaste en nosotros amándonos hasta el final.
Tus últimas palabras, amándonos.
Tu último aliento de vida, amándonos.
Tu última presencia entre nosotros, amándonos.
Lo que nos dejas es el amor.
Jesús, tú te pusiste en manos de pecadores totalmente, de los peores, y no rehusaste ponerte en sus manos.
Te hicieron trizas, añicos.
Te hicieron vivir el sufrimiento más inhumano.
Te quitaron el derecho fundamental de todo hombre, el derecho a la vida, el derecho a vivir.
¡Cuántos son privados de sus propios derechos!
¿A cuántos se les priva del derecho a vivir?
¿A cuántos han matado sin razón?
¿A cuántos han matado sin piedad?
¿A cuántos han matado cruelmente?
¿A cuántos han matado injustamente: campesinos, gente humilde, políticos, empresarios, jóvenes?
Te hiciste solidario con todos los sufrimientos humanos que el hombre puede vivir.
¡Tantas muertes inocentes a lo largo de toda la historia!
¡Cuántas masacres!
¡Cuántos que no tuvieron quien los defendiera!
Jesús, tú quisiste pasar por todas las situaciones por las que los seres humanos pasamos.
Tú quisiste pasar las peores situaciones, cargaste todas sobre ti, por amor a nosotros.
Por amor a cada hombre.
Te quisiste hacer solidario en todo con nosotros, hasta en lo peor de la vida humana, ¡libre y voluntariamente!
Tú aceptaste vivir por tu cuenta lo que nosotros, por nosotros mismos, no queremos; a lo que decimos un “no” rotundo.
¡Tú aceptaste todo sufrimiento inhumano!
¡No te quisiste defender ante el derecho más fundamental de la vida, que es precisamente el vivir!
Estabas en tus derechos de hacerlo y no lo hiciste.
Pudiéndolo hacer, no lo hiciste.
¡Dejaste que eso injusto lo hicieran en ti, sin protestar para nada, sin tomar odios, sin deseos de venganza!

No hay comentarios:

Publicar un comentario